Nacido un mes de julio de 1958 en Puerto-Príncipe, Haití Gary Victor es, sin lugar a dudas, el novelista más original de la literatura haitiana de hoy en día. Sus obras, que han obtenido un gran éxito de ventas en Haití, ponen en tela de juicio los mitos y a menudo los fundamentos de una sociedad que busca desesperadamente abrirse paso hacia la modernidad.
Gary Victor siempre trata de conciliar dos exigencias: ser testigo de su país cuestionando al mismo tiempo la memoria de este país. Agrónomo de formación, periodista de carrera, ex alto cargo de la administración pública, Gary Victor escribe también guiones para la radio, la televisión y el cine. En 2003 obtuvo el Premio del Libro Insular a Ouessant por el libro À l'angle des rues parallèles, en 2004 el Premio RFO del Libro por Je sais quand Dieu vient se promener dans mon jardin, en 2008 el Premio Literario del Caribe por el libro Les cloches de la brésilienne y en 2012 el premio Casa de las Américas por Le sang et la mer
Pirus el pelagatos está enamorado de la niña bien del barrio, Esmalda, una sabrosona mulata eternamente rodeada de un enjambre de ricos pretendientes. Para conquistar a la princesa, Pirus, carbonero de oficio, hace un pacto con el diablo, que lo transforma en un personaje guapo e inteligente. Por supuesto, la dulcinea se queda prendada de sus encantos, pero en el fondo, Pirus no deja de ser el mismo y debe superar una serie de barreras que complican su relación.
Para colmo, por si fuera poco, el Diablo tiene la mala pata de enamorarse endemoniadamente de la joven y va y exige a Pirus que se la entregue ya, so pena de devolverle su antigua piel. Terrible dilema…
Una gran aventura con pintorescos personajes, sonados golpes de efecto y situaciones rocambolescas para describir con gran ternura la búsqueda desesperada del amor.
Mirna, sobre la actitud que había que adoptar frente a una burguesita como Esmalda, le dio el siguiente consejo:
—No olvides que ella y su padre van a tratar de saberlo todo de ti. Sin querer, Calcetín te ha creado una tapadera ideal. Regresas de la República Dominicana donde has hecho fortuna.
Pirus, en su ingenuidad, batió palmas de contento, igual que un niño.
—Le diré entonces lo duro que trabajé durante la zafra. Qué suerte que conozca a varios negros que regresaron de allí. Me contaron la vida en los bateyes.
La vieja Mirna alzó los brazos, implorando a todos los diablos de la creación que acudieran a ayudar a Pirus:
—Por descontado, si Labubaka te ha dado belleza y un rabo que haría soñar a la puta más desmadrada de los alrededores, no ha sido demasiado cumplidor en cuanto a la inteligencia. La próxima vez que vayas a verle, reclámale uno o dos años de vida.
Pirus abrió desmesuradamente los ojos, casi sublime en su inocencia.
—Es verdad, Mirna. Hablé con unos negros que regresaron de la República Dominicana. Esmalda se quedará muda cuando le cuente mis aventuras. Se enterará de cómo un soldado dominicano me besó la cola porque me creía poseído por un lwa capaz de permitirle reconquistar su mujer, que un coronel le había quitado. Es una historia auténtica, Mirna. Le sucedió a un amigo mío. Te puedo asegurar que no es un fanfarrón.
La vieja Mirna le agarró las dos manos y lo miró a los ojos. En aquel momento, sintió por él una ternura muy maternal.
—Escúchame bien, Pirus. Si le vas con zafras a esa mujer, jamás la conseguirás, ¿te enteras? El orgullo de la zafra vale para nosotros los desventurados, los que Dios ha abandonado, los que sirven de pasto a esos mamarrachos que hacen política para satisfacer sus ansias de poder y riqueza. La zafra no vale para Esmalda. —Pirus, totalmente perdido, estaba pendiente de los labios de Mirna—. Regresas de la República Dominicana donde posees varias empresas. Querrá saber más. Le dirás que produces material para el extranjero. Ándate con evasivas.
—Pensará que soy rico —objetó Pirus—. No tengo un céntimo, Mirna.
La anciana suspiró, algo aliviada. Al menos Labubaka había dotado a Pirus de alguna que otra chispa de entendimiento.
—De momento, Esmalda no te pedirá algo que le asegure tu fortuna. Si tiene una cualidad, es la de ser orgullosa. Eso nos da un poco de tiempo. ¡Desde luego eres un tonto, Pirus! ¡Mira que haber pedido belleza e inteligencia a Labubaka sin haber pensado en exigirle riqueza! Debió de troncharse de risa contigo, el muy diablo.
La vieja Mirna se deshizo en una retahíla sin fin de recomendaciones. Pirus, cansado de sostener la atención, comenzó a amodorrarse espigando, en sus recuerdos recientes, imágenes de Esmalda.